Muchas veces, cuando pensamos en la diversidad corporal, pensamos únicamente en la humanidad. Nos vienen a la cabeza personas humanas con cuerpos de distintos tamaños, distintas edades, distintas pieles y rasgos o distintas capacidades.
Pero, ¿has pensado que los cuerpos de los animales también son parte de la diversidad corporal del mundo? Piensa en las plumas, escamas, pelos, patas y aletas. En las pupilas rectangulares, las colas largas, los picos puntiagudos, los caparazones o las branquias…
Pensar en todo ello nos sitúa en un lugar de humildad. La especie humana es una especie animal más de entre millones.
Y sin embargo, siendo de la misma especie, hay mucha diversidad en nuestros cuerpos y personalidades humanas. Compartimos características pero, a la vez, cada persona es única y particular. Cada cuerpo es diferente y maravilloso en sí mismo.
Lo mismo pasa con los cuerpos de los demás animales. No hay dos gatos iguales (cualquiera que conviva con ellos lo sabe), ni dos palomas iguales, ni dos peces cebra iguales, ni, probablemente, dos caracoles iguales.
Algunos animales nos pueden producir fascinación, otros sorpresa o interés. Puede que algunos incluso puedan provocarnos miedo o rechazo, y valdría la pena pararnos a pensar por qué. Quizás se debe a las historias que hemos oído de esos animales, o de las asociaciones que las personas humanas hemos hecho con ellos (por ejemplo, hay gente que utiliza “gallina” o “burro” como un insultos).
La discriminación que viven los animales no humanos se llama especismo. El especismo hace que muchos animales vivan vidas de completo sufrimiento y privación. El especismo es el conjunto de ideas que permite el maltrato y la explotación de millones de animales.
Si nos paramos a reflexionar y dejamos a un lado nuestra opinión o juicio sobre cada especie ¿no son los animales seres únicos y especiales, como cada une de nosotres? Cada animal siente y busca experimentar su propia vida con plenitud, según sus propias características y capacidades. Eso no les hace ni peores ni mejores que la humanidad. Solo diferentes, y únicos. Sensibles y merecedores de respeto por el mero hecho de existir.
Si nos detenemos un momento a senti-pensarlo, seguramente estemos de acuerdo en que los animales no humanos, cada individuo único en su especie, también son parte de la diversidad corporal del mundo, esa que tanto merece la pena cuidar.